Lo místico es por definición, parte de la teología que trata de la unión del hombre con la divinidad, de los grados de esta unión y de la vida contemplativa y espiritual en Dios. La unión íntima y espiritual con la divinidad.
Pátzcuaro no sólo es un pueblo mágico. También es un pueblo místico.
Debido a la cotidianidad, muchos nombres de lugares, fiestas tradicionales, y hasta detalles arquitectónicos y gastronómicos pasan por alto su evidente origen nativo.
Hoy en día, la influencia indígena en muchas ciudades de México se advierte en el nombre, la factura de una portada de templo, una tradición de la comunidad, un platillo regional, en la traza urbana o en una fiesta religiosa.
En el caso de Pátzcuaro, hoy como ayer, la presencia del indígena está viva en las calles y plazas, en el idioma purépecha que se escucha por doquier, en el pescado blanco que sigue siendo el manjar más exquisito que oferta la región, en la fiesta de los muertos, así como las imágenes religiosas hechas de caña de maíz, en el diseño urbano y el proyecto de la Catedral de Don Vasco.
La llegada de los españoles en el siglo XVI significó para Mesoamérica un reacomodo de la población indígena, si bien para unas ciudades, entre ellas Antequera -Oaxaca, Tlaxcala y Puebla, la ciudad española se impuso y se definió el poder en el mismo siglo de la Conquista, en cambio para Pátzcuaro no fue así, lo cual hizo que la presencia de los indígenas se mantuviera vigorosa hasta hoy.
La ciudad de Pátzcuaro tiene un lugar privilegiado dentro de la Cuenca, por su posición y dominio económico y visual sobre la zona. Por otro lado, está. ubicada entre dos áreas de importancia económica: al sur la Tierra Caliente Michoacana y el Bajío Guanajuatense, al norte, razones que le han dado la categoría y autoridad que ha tenido la ciudad desde la época prehispánica, primero y colonial, más tarde.
Pátzcuaro está asentada sobre un terreno accidentado dentro de una zona tórrida, con 19° de latitud norte; su altura de 2150 m.s.n.m. sirve de contrapeso, generándose un clima templado y húmedo, entre 20°C en verano y 10°C en invierno. La Cuenca está inmersa en una zona sísmica y volcánica, características que se van a reflejar en la ciudad.
La geografía, el suelo, el clima y los recursos naturales, han influido en la traza e imagen de Pátzcuaro, ya que el entorno y el ser humano han entablado un diálogo, estableciéndose un binomio cultural entre ambos.
Los orígenes de Pátzcuaro se remontan a la época prehispánica, cuando los chichimecas llegaron a este paraje, alrededor del año 1000 d.C. y encontraron grupos sedentarios de origen náhuatl con los que entraron en contacto, así se formó una alianza que constituyó el nacimiento del estado purépecha. El rey Tariácuri organizó el señorío y Pátzcuaro surgió como ciudad sagrada y de descanso.
La visión del mundo que tenían los grupos P’urhépecha lo concebían formado por 3 planos:
- El mundo de los muertos Cumánchecuaro situado bajo la tierra (varichao)
- El mundo de los vivos Echerendu, situado sobre la superficie de la tierra (echiri)
- El mundo de las deidades engendradoras Aúandarhu (auanda)
Cada plano tenía sus respectivas divisiones.
En los niveles cuarto y quinto del cielo o Auandarhu, habitaban las energías creadoras: CUERAUPERI (el sol), Xaratanga (la luna), Curita caheri o curicaveri la energía suprema (presente en la guerra, el fuego, el sol, la fertilidad. Significa “el que hace que se haga la llama o la luz).
El inframundo se dividía en 5 regiones, que asociaban a una deidad llamada TIRÉPEME, asociada a un color y a cada casa o rumbo:
- Dirección (Casa) Oriente. Identificado por el color rojo, donde renace el sol y es custodiado por Tirépeme-Quarencha
- Dirección (casa) Poniente: Identificado de color blanco, lugar donde moría el sol y custodiado por Tirépeme-Turupten.
- Dirección (casa) Norte: Identificado de color amarillo, dirección del solsticio de invierno y custodiado por Tirépeme-Xungápeti.
- Dirección (casa) Sur: Identificado de color negro, entrada al paraíso (tlallocan mexica) custodiado por Tirépeme-Caheri
- Dirección (casa) Centro: Identificado de color azúl, lugar donde renace el sol y custodiado por Chupe-Tirépeme
Cada Tirépeme es una manifestación o representación del gran Curicaveri, cada dirección representa una estadía (Casa) del sol-fuego. A cada dirección estaban adjudicadas diferentes propiedades, haciendo parecer que cada Tirépeme era una deidad diferente.
Algo similar ocurría con CUERAHUÁPERI (desatar el viento) que es la gran creadora, dadora de vida y de muerte, ella también tenía 4 manifestaciones (hijas) que eran las nueves de las cuatro diferentes direcciones (simbolizadas por diferentes colores), las cuales podía hacer germinar la vida con lluvias adecuadas, ahogarla con torrenciales aguaceros o destruirla con granizadas y heladas.
Desde las primeras incursiones de españoles a territorio purépecha, se descubrió en Pátzcuaro un sitio privilegiado. Aunque el primer asiento hispánico se hizo en Tzintzuntzan, por ser el lugar donde residía el Cazonci (señor del territorio). Posteriormente, en 1538, Vasco de Quiroga, Primer Obispo de la diócesis de Michoacán, eligió a Pátzcuaro como sede de su obispado.
El centro ceremonial de la ciudad se localizaba sobre una ladera donde se construyó una gran explanada, de más de 500 m. de longitud. En la parte baja había una plaza.
A fines del siglo XVI aún quedaban vestigios del gran centro ceremonial, así dice el jesuita Francisco Ramírez, quien hace mención del soberbio edificio que debió existir, ya que las huellas aún se apreciaban en la huerta del Colegio de los Jesuitas y en las gradas que llegaban a la plaza de abajo. En nuestros días, se pueden ver algunos vestigios de aquel «lugar de Cues», en la huerta del actual Museo de Arte Popular, antiguo Colegio de San Nicolás, y en los vestigios localizados al este del templo de los Jesuitas, por cierto recientemente aparecidos.
Don Vasco de Quiroga, al fundar nuevamente Pátzcuaro, le quiso dar preferencia al indígena y seguir el modelo de los hospitales-pueblo, donde no tenía cabida el español. Sin embargo, en Pátzcuaro no pudo prescindir de la presencia del europeo y estableció el barrio español, ya que sólo así se justificaba la catedral y la capitalidad en la provincia. Los hispanos no ocuparon un área importante dentro de la ciudad en el siglo XVI. La Catedral quedó junto al barrio indígena, mientras que el área española la ubicó en Chapultepec, lugar separado del núcleo urbano.
La política de Don Vasco a favor del indígena fue clara, esto ocasionó que el español estuviera poco en Pátzcuaro y buscara en Guayangareo, hoy Morelia, un sitio de residencia, éste quedaba fuera de la influencia del obispo. Mientras tanto, en 1553, Don Vasco consiguió del rey, escudo de armas y el título de Ciudad de Michoacán para Pátzcuaro. Así quedó señalada la relevancia y capitalidad de la urbe dentro de la provincia. Las condiciones estaban dadas para el desarrollo de una población importante: una situación privilegiada, una abundante mano de obra, (56,000 indígenas), el origen sagrado del lugar y el título y escudo para la nueva ciudad.
En 1538 se trazó Pátzcuaro, con un diseño mixto. Por un lado el barrio indígena, por otro, la yuxtaposición española. El tejido urbano quedó como la expresión de una ciudad mestiza. Los españoles construyeron sobre la antigua explanada sagrada prehispánica la Catedral de cinco naves, el Colegio de San Nicolás, hoy Museo de Arte Popular, la antigua Catedral, hoy Templo de la Compañía y el Ex-colegio de los Jesuitas.
En el llano bajo, frente a la explanada, están las plazas de Don Vasco de Quiroga y Gertrudis Bocanegra. En la época prehispánica había gradería entre las plazas alta y baja, hoy en día tres calles unen los dos espacios abiertos y entre ellos hay manzanas. La retícula irregular se trazó al frente y en la parte baja de la antigua Catedral, hoy la Basílica. Esta área es la más plana de la ciudad y las plazas de Don Vasco y Bocanegra forman parte del diseño junto con las manzanas. Los caminos purépechas que llegaban al centro ceremonial en forma radial, aún se aprecian en la traza y rompen la retícula irregular. Así sucede con la calle Terán-Ponce de León, al poniente de la plaza de Don Vasco, la calle Buenavista que sale de la gran plaza de la Basílica hacia el norte y la calle Benigno Serrato, al oriente de la explanada.
No sólo en la traza de la actual ciudad de Pátzcuaro se nota la huella prehispánica, la cual fue aprovechada hábilmente por los españoles, quienes en base a aquel diseño jerarquizado, dibujaron los nuevos barrios. También en las áreas de la ciudad se le dio preferencia al indígena, sus casas se ubicaron cerca de la Catedral, mientras que el barrio español quedó al oriente y apartado del núcleo urbano.
Sobre el diseño irregular del tejido urbano se construyeron las nuevas casas, éstas seguramente fueron más purépechas que españolas durante la primera centuria de la Colonia. A través de la Relación de Michoacán conocemos cómo eran las casas indígenas: espacios rectangulares de techo a doble agua, con pórtico frente a la puerta y sin ventanas. A medida que la ciudad de Pátzcuaro se fue españolizando, a partir de la muerte de Don Vasco, en 1565, la imagen de la ciudad cambió. Las casas comenzaron a enriquecerse con ornamentados balcones y portales en la planta baja al frente. En los patios aparecieron arquerías y escaleras suntuosas. En la Plaza Mayor, como era costumbre española, se colocó el centro civil de la ciudad y surgió la doble autoridad: sobre el flanco norte de la plaza se construyó el palacio del gobernador de los indígenas, y al oriente, las Casas Reales, asiento de las autoridades españolas. El comercio ocupó la parte baja de las casas y en la plaza tradicionalmente se llevaba a cabo el tianguis semanal.
En el proyecto de la Catedral de Don Vasco encontramos nuevamente el mestizaje, en este caso arquitectónico, ya que presenta elementos españoles y grandes aportaciones indígenas. Como señala el doctor Carlos Chanfón al mencionarlo, la visión radial del espacio prehispánico en el centro ceremonial de Pátzcuaro puede explicar las cinco naves en forma radial del proyecto de la Basílica. Los vanos de acceso al recinto no tienen puertas y los muros de las naves carecen de ventanas, el mortero de lodo no contiene cal. La fuerte influencia indígena fue tal vez una de las razones que impidió se terminara el proyecto catedralicio. Hoy sólo ha quedado una nave de las cinco programadas y ésta se ha constituido en la Basílica de Nuestra Señora de la Salud.
Las imágenes religiosas de caña son características también del mestizaje. El cuerpo, tanto de los Cristos, como de las Vírgenes se formaba con un atado de hojas secas de maíz y sobre este esqueleto el artista extendía la pasta de caña que era el resultado de mezclar la médula de la caña y el bulbo de la orquídea «tatzingui». Sobre esta pasta se coloreaba la imagen. De esta manera, el purépecha fabricó sus imágenes religiosas. Esta técnica la retomó Don Vasco para hacer Cristos y Vírgenes que fueron muy apreciados desde el siglo XVI.
El siglo de la Conquista definió la cultura mestiza de Pátzcuaro y su Cuenca. Esta se formó en base al respeto que manifestó Don Vasco al indígena, y así surgió un sincretismo cultural, expresado entre muchas manifestaciones en el tejido urbano de Pátzcuaro, en el proyecto de la Basílica, en tradiciones, en imágenes religiosas y en el idioma, manifestaciones que han quedado ancladas a través de cinco siglos en la ciudad.
Fuentes: Wikipedia / México desconocido