El maíz es un ingrediente clave en la gastronomía mexicana, ya que tiene un gran aporte nutricional a nuestra dieta diaria.

Emprender un recorrido por las tierras michoacanas en busca de sus tesoros culinarios es sumergirse en una paleta de sabores ancestrales y tradiciones vivas. En esta andanza, una preparación destaca por su singularidad y arraigo: el atole de grano, también llamado chileatole en algunos lugares. Y aunque su reconfortante presencia se extiende por diversas comunidades purépechas, es en Pátzcuaro donde esta bebida alcanza una expresión particularmente sublime, un secreto a voces entre quienes buscan la quintaesencia del sabor michoacano.

Nuestra travesía nos conduce, casi por instinto, a este Pueblo Mágico, considerado por muchos el epicentro donde el atole de grano se manifiesta con una maestría especial. Aquí, a orillas del lago y entre calles empedradas que susurran historias, el maíz tierno –el elote en su clímax de dulzor– se transforma en una ofrenda líquida. La preparación, un legado transmitido con celo de generación en generación, comienza con la selección de los granos más frescos, un arte que en Pátzcuaro parece afinarse con singular esmero.

El viaje del sabor, que aquí se siente como un peregrinaje hacia la autenticidad, inicia con la molienda precisa de estos granos. Si bien la receta base es compartida en la región, en Pátzcuaro se percibe a menudo un equilibrio perfecto en la mezcla con la masa de maíz, logrando una consistencia que acaricia el paladar. La alquimia de ingredientes adicionales define su carácter inconfundible. El anís, siempre presente, impregna el aire con su aroma penetrante y dulzón, pero es quizás la sazón local, ese «toque de Pátzcuaro», lo que eleva la experiencia. Ya sea por la proporción exacta de especias o el punto de cocción en las tradicionales ollas de barro que parecen infundirle un alma especial, el resultado es memorable. En algunas variantes patzcuarenses, la sutileza del chile poblano o serrano, que aporta un matiz herbáceo y un ligero picor, se maneja con una elegancia que despierta y reconforta a la vez.

Al acercar la taza o plato humeante, especialmente en una mañana brumosa junto al lago, la fragancia parece más intensa: una mezcla terrosa del maíz más puro, el perfume anisado en su justa medida y, si es la variante salada, una nota vegetal que evoca los campos circundantes. El color, un verde pálido o blanco lechoso, a menudo moteado por los trozos de elote que permanecen tiernos y jugosos, invita a la primera degustación con una promesa de deleite.

El primer sorbo es la confirmación: la textura es inigualablemente sedosa, ligeramente espesa, con la gozosa interrupción de los granos de elote que estallan con dulzura en la boca. En Pátzcuaro, el sabor parece alcanzar una armonía superior; el dulzor natural del maíz tierno se entrelaza con las notas anisadas y, en las versiones saladas, un fondo sutilmente salino y especiado que se siente profundo y bien conjuntado. No es raro que se ofrezca con un chile en polvo artesanal o unas gotas de limón criollo que potencian sus matices de forma excepcional.

Más que una simple bebida, el atole de grano de Pátzcuaro es un abrazo cálido que parece condensar la magia del lugar. Es el sabor de la cocina transmitida con orgullo, de los portales y mercados donde se sirve con una sonrisa, invitando a una pausa, a una conexión íntima con las raíces profundas de la gastronomía michoacana. Cada sorbo es un testimonio de la tierra, del maíz como don divino, y de una comunidad que ha perfeccionado el arte de transformar lo sencillo en extraordinario. Este viaje a través del atole de grano, con su clímax en Pátzcuaro, es, en esencia, un encuentro con la autenticidad y el corazón palpitante de Michoacán, en una de sus expresiones más exquisitas.

Por supuesto, aquí te compartimos la receta:

Ingredientes
  • Elotes tiernos, los necesarios
  • 3 manojitos de anicillo o anís del campo
  • Masa de maíz, la necesaria
  • 4 cucharadas de harina
  • 2 chiles serranos
  • Sal
  • 2½ litros de agua
  • 250 gramos de azúcar
Preparación
  1. Remoja los elotes durante dos horas, desgrana las mazorcas y reserva
  2. En una olla hierve agua, agrega sal y cuando suelte el hervor añade lentamente los elotes con mucho cuidado para que no te salpique el agua caliente
  3. Cocina a fuego medio hasta que los granos de elotes estén suaves. Debe moverse constantemente para evitar que se pegue
  4. Toma un poco del agua en que cociste los elotes y licua el anís
  5. Añade la mezcla a olla y cocina a fuego lento por unos minutos más
  6. Agrega la harina disuelta en media taza de agua fría
  7. Licua los chiles serranos, cuela y agrégalos a la mezcla
  8. Hierve la mezcla hasta que alcance punto de atole
  9. Sirve acompañando el atole con salsa verde, chile perón (manzano) y limón

*Para que tenga la cocción adecuada, el atole debe hervir como mínimo por 30 minutos.

*Algunas cocineras tradicionales recomiendan que la cuchara no se saque de la olla, ya que de lo contrario el atole se corta.

* El chile serrano puede agregarse a la mezcla o no.

Originally posted 2019-03-09 00:00:26.

What's your reaction?

Excited
4
Happy
6
In Love
2
Not Sure
3
Silly
1

You may also like

Comments are closed.

More in:Destacado