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¡Feliz cumpleaños, Pátzcuaro!

El 28 de septiembre la ciudad de  Pátzcuaro cumple años – este 2024, cuatrocientos noventa para ser precisos -. Si bien como asentamiento humano tiene muchos más. Vale la pena celebrar y recordar lo fundamental sobre este precioso lugar, ogullo de Michoacán y de México.

COMO EMPEZÓ TODO

La palabra “Pátzcuaro” tiene diversos significados. Según diferentes estudiosos, las raíces del nombre de esta ciudad podrían ser, “Pashcuaro”, que significa “en donde tiñen de negro”; “Petatzecuaro” que se traduce como “lugar de cimientos”, también llamados “Petatzecua”, que a su vez quiere decir “piedra u origen del hombre”, sitios propios para asiento de “Cúes” o templos –que hacen alusión a ruinas pertenecientes a otra antigua y desconocida civilización que a su vez fueron encontradas por los fundadores prehispánicos de la ciudad-; “Petatzimícuaro” que quiere decir “lugar de espadañas”. Hay quien afirma que “Pátzcuaro” significa “lugar de alegría”. Sin embargo, tal vez el punto de vista mitológico es desde el cual se podría reconocer el verdadero significado del nombre la ciudad, puesto que la Relación de Michoacán1 especifica que el nombre de Pátzcuaro era Tzacapu-Arocutin-Patzcuaro, que quiere decir “donde esta la entrada al paraíso”, es decir, a donde iban los muertos, a donde se vive y se goza, considerando el lago de Pátzcuaro como la puerta a tal sitio.

Pátzcuaro se ubica en lo que alguna vez fue el reino independiente de Michoacán, cuya capital fue Naranxan antes de siglo XIII y más tarde Tzintzuntzan, que significa “lugar de colibríes”. Esta ciudad fue repoblada por el ilustre señor don Vasco de Quiroga en el año de 1540, misma que cuenta con escudo de armas y pabellón propios de colores azul y blanco otorgados por el rey Carlos V en 1553. Si usted pronuncia la palabra “Tzintzuntzan” podrá adivinar a que hace referencia. Muchos colibríes pueden ser vistos en el área, especialmente temprano por la mañana.

El único indicio que existe para tener una idea acerca de la fundación de Pátzcuaro, se encuentra en la citada Relación de Michoacán rendida al Virrey don Antonio de Mendoza. En ella se sostiene que los caciques chichimecas Páracume y Vápeani, los segundos hijos de Curátame, nietos del primer Vápeane, bisnietos del primer Páracume y tataranietos de Sicuracha, encontraron asiento para su tribu “en el barrio de Pázquaro llamado Tarimichundiro”. Aquí iniciaron la construcción de sus templos o cúes en un lugar donde había cuatro rocas juntas, eligieron dicho lugar porque el número cuatro era sagrado para ellos, representando los cuatro puntos cardinales y las cuatro estrellas de la constelación “Cruz del Sur”, a la que veneraban. Esta tribu, tiene su comienzo histórico en Hiréti-Ticáteme, cacique de Zacapu, lugar del cual emigraron.

Aunque la “Relación” señala que los fundadores de Pátzcuaro fueron caciques chichimecas, no pone en claro la fecha que tuvo lugar la fundación. Sin embargo, se ha fijado la fecha de 1360 para señalar la muerte de Parácume y Vápeani, por lo que se supone que la fundación de Pátzcuaro tuvo lugar alrededor de 1324.

En aquel entonces, el lago y sus alrededores, eran habitados por tres grupos indígenas que continuamente estaban combatiendo. Uno era conocido como los “coringuaro”, otro como los “isleños” y el tercero era el de los “chichimecas”. Estos últimos reconocían como el cacique antiguo a Hireti-Ticáteme, y tenían como deidades pricipales principal al dios Curicaveri y a la diosa Cueravaperi.El reinado Purhépecha se inaugura con Tariácuri, primer cacique, a quien se aplicó el título de Cazonci, equivalente al de monarca. Este dividió su reino entre Hiquingare, Hiripan y Tanganxhoan cuando aún estaba con vida, pero conservó la máxima autoridad hasta su muerte. A su hijo lo puso en Pátzcuaro y a sus sobrinos Hiripan en Cuyucan (Ihuatzio) y Tanganxhoan en Tzintzuntzan. El primer lugar se convirtió en la capital religiosa; el segundo en la capital militar y el tercero en la capital política y administrativa.

Más tarde, el gobierno vuelve a ser reunido en una sola mano con Tzítzípandácuari, al que sucede Zuangua, durante cuyo gobierno llegan los españoles al país y quien muere en 1519. Su sucesor, Tangaxhoan II o Tzintzincha, es el gobernante a quien toca ser víctima y testigo de la dominación de Michoacán por los españoles. Con él termina, pues, la época prehispánica para entrar de lleno a la conquista.

Aún así, debido a que la cultura Purhépecha carece de un lenguaje escrito, su origen e historia permanece un tanto en el misterio. Sus historias, leyendas, costumbres pasan de una generación a otra a través de la tradición oral transmitida por los ancianos, quienes tienen un lugar muy particular en su esquema social. De lo anterior, se han derivado diversas teorías respecto a su origen: hay incluso quien afirma que esta raza proviene de una ramificación de los propios Mexicas y también hay quien los relaciona con los Incas afirmando que llegaron del Perú arribando a esta región primero por el río Santiago en Nayarit y luego pasando a través del estado de Jalisco. Según otra versión, este lugar estuvo habitado por los “pre-Tarascos”, palabra que quiere decir “hijos de dios” refiriéndose al dios “Taras” (¿?).

De este modo, tenemos que el Imperio Purhépecha fue una poderosa y próspera civilización durante los siglos XIV y XV, cuyo radio de influencia llegó hasta lo que ahora son los estados de Jalisco, Guanajuato, Colima y Guerrero. Siempre se ha prestado mucha atención a Cortés y a los Aztecas, olvidando que los Purhépechas conocían ya el uso del hierro y que fueron los únicos a quienes los Aztecas o Mexicas nunca pudieron derrotar en las numerosas batallas que pelearon, salvo cuando se aliaron con los Españoles. Aún así, de acuerdo a algunos historiadores, alrededor de 30,000 guerreros Aztecas fueron hechos prisioneros por los Purhépechas en la batalla de Taximaroa, (hoy Ciudad Hidalgo) librada contra las huestes de Cristóbal de Olid, un cruel conquistador que finalmente derrotaría a Tanganxhoan II – uno de los últimos emperadores Purhépechas – y luego, de acuerdo a los deseos de cada prisionero, éste podía ser sacrificado o convertirse en esclavo de sus captores.

Como ya mencionamos, Pátzcuaro fue fundado en 1324 por el rey Curátame y reconstruido en 1372 por su descendiente Tariácuri. Como el resto de Michoacán, esta región no pudo escapar a las atrocidades primero del conquistador Cristóbal de Olid y luego del sanguinario Nuño de Guzmán, un capitán del ejército de Hernán Cortés que llegó a esta región en 1526. De acuerdo a sus propios documentos, “…son (los Purhépechas) hombres de raza inferior de quienes Cortés quiere librarse…”. En 1528, un pequeño ejército de mercenarios encabezado por Nuño de Guzmán que estaba a punto de ser devuelto a España debido al descontento que las atrocidades que este cometía causaban en su gobierno, decidió hacer un cruel e innecesario intento de conquistar el oeste de México.

 La caída y el arresto de estos hombres por las autoridades españolas no borró de ninguna manera el caos y la destrucción creados en Michoacán. Debido a la quema, violación, asesinato y esclavitud de gente pacífica e inocente, Nuño de Guzmán se recuerda tristemente como el símbolo de una invasión maligna y del poder de un conquistador sin bandera, credo ni raza, que cree en la fuerza y la violencia extremas como únicos recursos de convencimiento. En corto tiempo, la grande y poderosa nación Purhépecha fue completamente devastada. La cultura fue destruida, sus templos, casas y tumbas saqueados, la tierra despojada y la gente que escapó a la muerte y la tortura, se dispersó entre las montañas de Michoacán. De no haber sido por el esfuerzo de un hombre cuyos ideales, buen juicio y habilidad para poner en práctica la moral que predicaba, es de dudarse que los Purhépechas hubieran sobrevivido. Este hombre fue don Vasco de Quiroga, quien llegó a México en 1531, para luego convertirse en el primer Obispo de Michoacán, hacia 1538.

Existe otra teoría respecto al nombre que en la actualidad se le da a este grupo étnico – la más aceptada- que afirma que los Purhépechas eran conocidos de este modo hasta principios del siglo XVI y que la palabra “tarasco” es una corrupción del vocablo “tarascue” que en su idioma significa “cuñado”, término que fue adoptado por los mismos indígenas y españoles como producto de la relación de éstos últimos con las mujeres de la región y que ahora se utiliza para designar a los habitantes de la zona lacustre. Sin, embargo, fuere cual fuere la versión más acertada, la realidad es que los nativos de la región autodenominan orgullosamente su raza y su lengua como Purhépecha.

Don Vasco de Quiroga

 Don Vasco de Quiroga fue sin duda alguna el personaje más importante e influyente para la historia de Pátzcuaro a principios de la época colonial. Nació en la villa Madrigal de las Altas Torres en España. Fue instruido como abogado. Este hombre sabio y dedicado llegó a la Nueva España en el año 1531, a la edad de 60 años y como miembro de la segunda Audiencia, un cuerpo administrativo y judicial enviado por la corona para gobernar la colonia. Dicho grupo fue comisionado para organizar el territorio y reparar el daño hecho por la primera Audiencia, presidida por el inescrupuloso Nuño de Guzmán, quien fue capaz de utilizarla para obtener el poder y control que luego aplicó en su beneficio personal. Fueron las noticias de la llegada de la segunda Audiencia las que provocaron la brutal estampida de Guzmán hacia lo que ahora es Michoacán.

Dos años después de su llegada, en 1533, don Vasco de Quiroga organizó su primer pueblo experimental llamado Santa Fe de México, nombrado así por su ubicación cerca de la ciudad capital. En ese mismo año fundó otro en la ribera del Lago de Pátzcuaro y lo llamó Santa Fe de la Laguna, lugar que puede ser visitado y admirado aún en la actualidad. Posteriormente fundó los hospitales de Tzintzuntzan, Pátzcuaro, Uruapan, Acámbaro y Cuitzeo. Este tipo de comunidades fueron esencialmente centros para peregrinos provenientes de otros lugares del país.

Siguiendo su nombramiento como el primer Obispo de Michoacán, hacia 1538, don Vasco tuvo la oportunidad de llevar a cabo plenamente sus intenciones de rehabilitar a los Purhépechas y elevar sus niveles de vida y cuidados. Sus planes incluían el reforzar las comunidades, en las cuales la tierra pertenecía a todos y cada familia tenía su propia vivienda y parcela privados. La labor en los campos y granjas comunales se realizaba de manera rotatoria, lo que permitía a los indígenas ser autosuficientes y a la vez tener tiempo libre para recibir instrucción y práctica espiritual, también para trabajar en industrias especializadas, a través de las cuales podían negociar mutuamente.

Mural sobre la obra de don Vasco

Escudo espiscopal de Vasco de Quiroga

Proyecto de la  Basílica de Pátzcuaro


Así, don Vasco – luego mejor conocido cariñosamente entre los nativos como “tata” (papá) Vasco – continuó estimulando a los desmoralizados Purhépechas para formar comunidades y desarrollar diferentes actividades en cada una. No pasó mucho tiempo antes de que cada población se dedicara a un determinado producto o artesanía, enriqueciendo algunas de las técnicas introducidas por “tata” Vasco con las propias técnicas prehispánicas y viceversa. Aún ahora y a través de los siglos es posible admirar el policromado de las lacas de Uruapan (cuya técnica es prehispánica), escuchar el rítmico golpear de los marros que forjan el cobre en Santa Clara (hoy Villa Escalante). Es más: en algunos de los comedores más elegantes de nuestro país y del extranjero se sirven las viandas en la finísima loza de Patamban y los excelentes trabajos que se realizan en madera y cerámica dan vida a la decoración de miles de hogares en muchos lugares del mundo.

Don Vasco de Quiroga murió en la ciudad de Pátzcuaro el 14 de marzo de 1565 a la edad de 95 años, con lo que se cerró uno de los más importantes capítulos de la historia de Michoacán, pues a su muerte la sede de la diócesis fue transferida a Valladolid, ciudad favorecida por los virreyes para convertirse en la nueva capital de la provincia.

Sus restos descansan ahora en la Basílica de la Virgen de la Salud, que el mismo fundó en Pátzcuaro. Según la creencia de los naturales de la región, el espíritu de “tata” Vasco aún se percibe por los lagos, valles y montañas de esta tierra que tanto amó.

Ha habido pocas personas a través del tiempo que hayan logrado tanto en lo que pudiéramos llamar el “ocaso” de la vida. La veneración que el pueblo Purhépecha prodiga a don Vasco hace de él mucho más que una figura del pasado histórico. Su memorable ejemplo, las instituciones, especialidades y comercio que él creó aún persisten y se han enriquecido de diferentes maneras, lo que hace de este hombre, alguien fuera de lo común, que forma parte de un vivo presente.

Fuente: Pátzcuaro en Breve

Originally posted 2016-09-28 00:00:03.

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